Crónica

lunes, 28 de abril de 2014


Caminar Libre por las Calles 

Era una tarde lluviosa de mayo, me desplazaba por las calles de Ciudad Sandino camino a casa de mi prima, donde estaba habitando por algunos días.  Mientras me desplazo veo personas que vienen de sus trabajos, jóvenes universitarios que van camino a sus hogares. Puedo ver rostros asustados y preocupados. Manos sudorosas que sujetan con precisión sus bolsos. Celulares ocultos en lo más profundo del cuerpo y otros metidos en los senos de las mujeres sujetados al brazier.
Seguí mi camino, mientras mas avanzaba, menos personas observaba, la lluvia estaba tan fuerte que la gente se refugiaba en los techos de algunos negocios, otras se quedaban en las paradas de buses. Pero eso no impidió que yo continuara. Me apresure un poco porque el agua ya golpeaba fuerte y las calles estaban quedando desoladas lo cual me causo miedo, ya que días antes escuche por rumores de las vecinas que los ladrones andaban sueltos robando a todo aquel que encontraran a su paso.
Me asustaba ver que la única persona que iba camino a casa debajo del aguacero era yo. Fue entonces cuando de la nada salió un joven, de buen aspecto, alto y moreno. Portaba un pantalón negro, tenis azules, una camisola blanca y una gran chaqueta roja que le llegaba hasta las rodillas. Se me acerco y me pregunto la hora, le dije que no sabía con exactitud, pero que ya acercaban a las 6:00 pm. Me recomendó revisar en mi celular para confirmar. Pero con semejante tormenta recordé que lo había metido dentro de mi bolso para que no se mojara. 
Caminamos juntos una media cuadra, por los rumores de los asaltos que últimamente habían ocurrido, me llegue a sentir protegida con la compañía del joven a mi lado. Poco tiempo después comencé a notar que el muchacho estaba un poco preocupado y nervioso, giraba la cabeza viendo para todos lados, asegurándose que no viniera nadie. Observe que metió la mano en su bolsa y saco un cuchillo, en ese momento tuve ganas de salir corriendo, pero los nervios me ganaron, las piernas se me entumieron. El me abrazo y me susurro al oído que me calmara, y disimulara un poco. Colocando el puñal en mi abdomen, me pidió le entregara todo lo que traía conmigo, de lo contrario no dudaría en atacarme con esa arma blanca.
Eso me provoco que me salieran suspiros atemorizados, una voz fina y quebradiza que prometía entregar todo a cambio de no sufrir ningún ataque con el filoso y brillante puñal que tenía sobre mi abdomen. El despiadado ladrón se aprovecho de traer consigo un cuchillo con el cual me intimido despojándome de todo; mi celular, mi bolso, mi billetera y mis documentos personales. Una vez que arrebato mis cosas como alma que se la lleva el diablo, salió corriendo por las calles de Ciudad Sandino.
Las piernas me quedaron temblorosas, mis pasos eran inseguros y mi rostro de preocupación acompañado de un impaciente llanto, es lo que me ocasiono ser victima de este asalto. La impotencia que se siente al no poder hacer nada por defender mis pertenencias. El miedo que ocasiona sentir la punta helada de un cuchillo en mi cuerpo, que podría ser enterrado en lo más profundo de mis viseras, me llevo a entregar lo que el amigo de lo ajeno deseaba.
Sentirme segura y vencer el miedo o trauma que me ocasiona caminar sola por las calles, es duro. Ser objeto de un asalto no es fácil. Tengo que aprender a sobrevivir con esta experiencia. Ese trago amargo ya paso. Ahora debo de vivir a plenitud el presente.

Rosa Maria López Borge

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