Caminar Libre por las Calles
Era una tarde lluviosa de mayo, me desplazaba por
las calles de Ciudad Sandino camino a casa de mi prima, donde estaba habitando
por algunos días. Mientras me desplazo
veo personas que vienen de sus trabajos, jóvenes universitarios que van camino
a sus hogares. Puedo ver rostros asustados y preocupados. Manos sudorosas que
sujetan con precisión sus bolsos. Celulares ocultos en lo más profundo del
cuerpo y otros metidos en los senos de las mujeres sujetados al brazier.
Seguí mi camino, mientras mas avanzaba, menos
personas observaba, la lluvia estaba tan fuerte que la gente se refugiaba en
los techos de algunos negocios, otras se quedaban en las paradas de buses. Pero
eso no impidió que yo continuara. Me apresure un poco porque el agua ya
golpeaba fuerte y las calles estaban quedando desoladas lo cual me causo miedo,
ya que días antes escuche por rumores de las vecinas que los ladrones andaban
sueltos robando a todo aquel que encontraran a su paso.
Me asustaba ver que la única persona que iba camino
a casa debajo del aguacero era yo. Fue entonces cuando de la nada salió un
joven, de buen aspecto, alto y moreno. Portaba un pantalón negro, tenis azules,
una camisola blanca y una gran chaqueta roja que le llegaba hasta las rodillas.
Se me acerco y me pregunto la hora, le dije que no sabía con exactitud, pero
que ya acercaban a las 6:00 pm. Me recomendó revisar en mi celular para
confirmar. Pero con semejante tormenta recordé que lo había metido dentro de mi
bolso para que no se mojara.
Caminamos juntos una media cuadra, por los rumores
de los asaltos que últimamente habían ocurrido, me llegue a sentir protegida
con la compañía del joven a mi lado. Poco tiempo después comencé a notar que el
muchacho estaba un poco preocupado y nervioso, giraba la cabeza viendo para
todos lados, asegurándose que no viniera nadie. Observe que metió la mano en su
bolsa y saco un cuchillo, en ese momento tuve ganas de salir corriendo, pero
los nervios me ganaron, las piernas se me entumieron. El me abrazo y me susurro
al oído que me calmara, y disimulara un poco. Colocando el puñal en mi abdomen,
me pidió le entregara todo lo que traía conmigo, de lo contrario no dudaría en
atacarme con esa arma blanca.
Eso me provoco que me salieran suspiros
atemorizados, una voz fina y quebradiza que prometía entregar todo a cambio de
no sufrir ningún ataque con el filoso y brillante puñal que tenía sobre mi
abdomen. El despiadado ladrón se aprovecho de traer consigo un cuchillo con el
cual me intimido despojándome de todo; mi celular, mi bolso, mi billetera y mis
documentos personales. Una vez que arrebato mis cosas como alma que se la lleva
el diablo, salió corriendo por las calles de Ciudad Sandino.
Las piernas me quedaron temblorosas, mis pasos eran
inseguros y mi rostro de preocupación acompañado de un impaciente llanto, es lo
que me ocasiono ser victima de este asalto. La impotencia que se siente al no
poder hacer nada por defender mis pertenencias. El miedo que ocasiona sentir la
punta helada de un cuchillo en mi cuerpo, que podría ser enterrado en lo más
profundo de mis viseras, me llevo a entregar lo que el amigo de lo ajeno
deseaba.
Sentirme segura y vencer el miedo o trauma que me
ocasiona caminar sola por las calles, es duro. Ser objeto de un asalto no es
fácil. Tengo que aprender a sobrevivir con esta experiencia. Ese trago amargo
ya paso. Ahora debo de vivir a plenitud el presente.
Rosa Maria López Borge
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